"Los aficionados viejos siembran de multitud de obstáculos el camino de la fiesta; y esos obstáculos son las intransigencias, que, generalmente, los distingue de todos.
Y al que se opone al desarrollo natural de un arte (aunque este arte sea el de la lidia), debe combatírsele, como se combate a un furibundo detractor. Dicen que el toreo es arte; pero al mismo tiempo con sus intransigencias, con sus inmutables doctrinas; con sus capciosos credos, acaban por negar lo que antes afirmaban sentenciosos (...)
Y no pretendan ustedes sacarles de un error o de una mala interpretación. Antes lograrán ustedes sacarles de sus casillas ¡y entonces!...
¡Cualquiera se atreve a decir, delante de uno de esos viejos, que no hay razón para que el acto de adelantar el pie contrario en los pases de muleta se considere una heroicidad, siendo, por el contrario, una ventajilla del torero!...
Para ellos no hay más arte que lo que el Curro, el Chiclanero, Pepete o Guillén dejaron sentado; el arte no debe admitir modificaciones, ni mixtificaciones, ni novedades necesarias por el gusto de la época o de las circunstancias especiales en que nos movemos; el arte debe ser siempre el mismo, único, invariable...
Que quieran o no quieran; que se desesperen o no, lo cierto es que todo lo existente cambia, y que lo que es capaz de progreso; ni puede detenerse ni puede retroceder a lo que fue en otros tiempos. Tal pretensión sería pueril.
Si la fiesta de los toros se dejase llevar de las direcciones o influencias de estos señores (lo que felizmente no sucederá), caminaría en un sensible y rápido descenso. El arte es arte, precisamente porque vive de la libertad, de la independencia, que necesita para vivir; porque no puede subsistir encerrado en viejos moldes, en círculos pequeños dentro de los que es posible moverse con desembarazo (Hache, Doctrinal Taurómaco)
Nosotros respetaríamos al verdadero amante de lo viejo, si existiera; pero los que conocemos constituyen un caso morboso; son enemigos del arte, de toda innovación. Y ese culto que rinden los aficionados amantes de lo viejo, es rancio, es negativo, , está cubierto de telarañas y carcomido por la polilla. Ese culto niega la libertad, de la que nacen los contrastes, las riquezas de líneas, los movimientos, lo pintoresco, aquello que emula al artista y que le hace apropiarse de lo que cree bueno.
En una palabra, los aficionados viejos son enemigos, son detractores del arte porque son excépticos (sic) y porque lo quieren someter a media docena de reglas, y acabarán con él, si no hubiera quien pensase que el arte puede tener infinitas formas y soluciones. Son inquisidores (...)
Los que van contra él, son los geómetras del toreo, los que quieren hacer de la lidia, un arte invariable, fijo, aherrojado con cuatro o cinco nociones que constituyen un sencillo abuso; y los que no progresan; los que aman lo caduco, no por su natural belleza, no por su valor intrínseco, sino los que lo aman, o dicen que lo aman, sólo por odiar lo presente.
Los que van contra él, son los geómetras del toreo, los que quieren hacer de la lidia, un arte invariable, fijo, aherrojado con cuatro o cinco nociones que constituyen un sencillo abuso; y los que no progresan; los que aman lo caduco, no por su natural belleza, no por su valor intrínseco, sino los que lo aman, o dicen que lo aman, sólo por odiar lo presente.
Los que a todo ponen peros y con nada están conformes..."
Victorio de Anasagasti "El Doctor Anás", El secreto de Belmonte
(1ª ed., Madrid: 1915. Páginas 14-21)
La foto del Juli y su toreo es una autentica porqueria. Lo diga quien lo diga.
ResponderEliminarYa puedes buscar textos en la biblia, que lo feo y engañoso de su toreo seguirá.
ResponderEliminarBuenos días
Lo malo de dar lo nuevo como bueno por sistema y lo anterior (viejo) como malo, es que uno se va contradiciendo según pasa el tiempo.
Entiendo que el autor defendía el toreo de Belmonte que todo el mundo veía como innovador frente a sus detractores.
Actualmente el autor sería tratado de retrógado etc etc
101 años después seguimos igual... En el toreo, en la pintura, en la arquitectura y hasta en la geología. La belleza del Himalaya surgió de un choque brutal, crispado, de dos continentes "encajándose".
ResponderEliminarQué bien traído el texto, Jose. Al margen de gustos estéticos (la belleza es subjetiva), los que odian el presente suelen coincidir con quienes odian SU presente: personal, profesional, incluso sexual ;)
Anónimo 1:
ResponderEliminarPodrá no gustar el toreo que no se fundamenta en la estética pero calificarlo como usted lo califica, solo lo descalifica a usted. Y es que resulta muy fácil insultar cuando uno se esconde tras un vergonzante anonimato.
Creo que vienen a cuento estos versos que ya he traído a colación otras veces (y que traeré cuantas haga falta):
¡Cobarde! grita un cobarde
y un valiente palidece
la afrenta ciega la tarde
Y el instante enorme crece
Lo dicho.
Sebastián A.
ResponderEliminarEl texto está sacado de un libro en defensa de Belmonte, atacado por algunos aficionados de la época simplemente por no ajustarse al canon antiguo.
Es curioso, porque hoy día Belmonte se ha convertido en canon de quienes no le vieron ni saben como toreaba.
En cualquier caso, el tema de fondo no es tanto defender lo nuevo por nuevo (o lo viejo por viejo) sino "atacar lo nuevo" por nuevo (o lo viejo por viejo), de forma sistemática y sin razones.
El desconocimiento nos induce a agarrarnos como lapas a las frases hechas, a los tópicos manidos, no es una buena norma de conducta. Defender el pasado sólo porque es pasado o el presente sólo por serlo, es una postura poco defendible.
Como el articulista, creo que hacen falta más razones y menos convicciones.
En mi opinión.
Un saludo
Juan Medina:
ResponderEliminarGracias. Es curioso como leyendo viejos textos (de hace más de un siglo) podemos comprobar como los problemas que hoy tenemos, las fobias que hoy existen, el odio a lo nuevo o a los triunfadores que padecemos en nuestros días en el mundo de los toros, son cosas que ya existían entonces y que también entonces, existían aficionados sensatos -como el doctor Anás y algunos otros- que las denunciaban.
No se trata, desde luego, de aceptar todas las innovaciones como válidas porque sí (sólo el tiempo dirá cuales son las que deben perdurar) pero lo que no es de recibo es rechazar de plano las innovaciones sólo porque son innovaciones y a nosotros no nos gustan o somos incapaces de comprenderlas.
Aunque mucho me temo que esa es la postura que -por desgracia- más abunda.
Recibe un fuerte abrazo de uno de tus impenitentes y entusiastas lectores.
La cerrazón es la muerte en vida. El cambio es la esencia y la fuente de la vida. Pero hay que tener mucho valor para asumirlo y adaptarse a ese cambio continuo. Es más cómodo anclarse en el dogma y no abandonar la zona de confort.
ResponderEliminarOtro fuerte abrazo para ti.