López Simón medita antes de torear. El toreo, cuando se hace como lo hace el torero de Barajas es de una infinita exigencia y de una tremenda dureza (Fotografía de Javier Arroyo para Aplausos) |
De Sevilla a Madrid en pos de López Simón
Veníamos de Sevilla de ver triunfar a López Simón y le encontramos en Madrid también triunfante. Un triunfo agridulce y con algo de sordina. Agridulce porque el torero salió de la plaza en hombros pero con una cornada de 15 centímetros. Con algo de sordina porque las Ventas, complicada plaza, no acabó por entregarse totalmente al torero madrileño, pese a su derroche de arrojo, valor y entrega. Difícil ser profeta en tu tierra. Más difícil aún si esa tierra es la Villa y Corte.
Veníamos de Sevilla de ver triunfar a López Simón y le encontramos en Madrid también triunfante. Un triunfo agridulce y con algo de sordina. Agridulce porque el torero salió de la plaza en hombros pero con una cornada de 15 centímetros. Con algo de sordina porque las Ventas, complicada plaza, no acabó por entregarse totalmente al torero madrileño, pese a su derroche de arrojo, valor y entrega. Difícil ser profeta en tu tierra. Más difícil aún si esa tierra es la Villa y Corte.
Pero vayamos por partes. La toreable corrida del Puerto de San Lorenzo había despertado cierta expectación pues junto a López Simón (dos Puertas Grandes en Madrid este año, además de la de ayer, lo que suman tres) se acartelaba -en mano a mano- Diego Urdiales que es -hoy por hoy- torero de culto.
No sé si a Urdiales le pudo la responsabilidad, el ambiente o los alardes de valor de su alternante pero el caso es que anduvo desdibujado y desaparecido toda la corrida, muy por debajo del nivel esperado y al que últimamente nos tenía acostumbrados. No obstante, suyas serán con toda seguridad las mejores fotos de la tarde pues a estética no le gana nadie. El público de Madrid que había ido a jalearle, se desencantó y en el desencanto se dio de bruces con López Simón.
Diego Urdiales. Suyas son siempre (o casi siempre) las mejores fotos. Ayer sin embargo anduvo alicaido. |
En su primero, López Simón se puso en el sitio donde embisten todos los toros, corrió la mano con parsimonia, aguantó los parones del astado del Puerto y en el remate de una tanda, al preparar el de pecho, el toro se le quedó corto, le caló y se lo echó sobre los lomos.
López Simón fue cogido al rematar una tanda y cuando citaba para el pase de pecho. El toro le mete el pitón al levantarlo (Fotografía de Javier Arroyo para Aplausos) |
El de Barajas, no se arredró y herido continuo la faena. Fueron muy pocos los espectadores que se percataron en un primer momento de que el toro le había calado. Luego, con el público ya a favor, mató al toro.
El Presidente sacó el pañuelo blanco cuando el diestro ya se encontraba en la enfermería. Enfermería de la que salió un momento para recoger la oreja en gesto de agradecimiento. Así de importantes son las orejas de Madrid para los toreros.
Se corrió el turno para que, tras una primera cura de urgencia pudiese salir a lidiar sus otros dos toros que fueron, por tanto, el quinto y el sexto de la tarde.
El sexto se lastimó una pata (según los veterinarios de la plaza por rotura de ligamentos) por lo que no hubo -no pudo haber faena- pero antes en el quinto, se había alcanzado el punto de mayor emoción.
López Simón, en ese toro, lógicamente mermado de facultades, se colocó sin embargo, otra vez, en el sitio donde todos los toros embisten y, otra vez, corrió la mano, aguanto parones y vencimientos, jaló con mucho mando y temple las embestidas de un manso que buscaba las tablas y al que mató recibiendo en terrenos de toriles, cual si se tratara de Frascuelo redivivo. Le cortó otra merecida oreja que le abría, también merecidamente, la Puerta Grande de las Ventas. ¡Gloria al héroe!.
Vinimos de Sevilla en pos de López Simón y nos encontramos en Madrid al diestro que habíamos venido a ver. Un diestro en formación y, por tanto, todavía con algunas lógicas carencias pero y esto es lo importante, engrandecido, con sobrada ambición, con las ideas muy claras, con todas las ganas de ser gente en esto, cueste lo que cueste y, sobre todo, derrochando valor.
Un valor puesto al servicio del buen toreo pues valor es pasarse los toros por el frente, no por el costado, lo más despacio posible y ligando los muletazos en un palmo de terreno; en el terreno que pisa este torero.
Un valor puesto al servicio del buen toreo pues valor es pasarse los toros por el frente, no por el costado, lo más despacio posible y ligando los muletazos en un palmo de terreno; en el terreno que pisa este torero.
Y es que esa es, a fin de cuentas, la exigente técnica del toreo en redondo, la que exige más templanza de los toreros. La que exige más valor. La que más vale.
Lo dicho: ¡El triunfo del valor!
CORNADA
ResponderEliminar“Valiente, López Simón, torero de corazón.”
¿Recibir una cornada?,
a mí no me importa nada,
vengo al ruedo por el triunfo
de los Dioses del Olimpo.
Siempre buscando la gloria,
forjando fiel trayectoria,
plasmo mi verdad taurina,
que en el arte se origina.
Valor, arrojo, hombre fuerte,
confiadísimo en la suerte,
me cuida La Virgencita,
mi vida lo necesita.
Soy torero de fortuna,
de los cuernos de la luna,
preparo muy bien mis tientas,
el paseíllo, en Las Ventas.
Arrimado, más que nada,
¿qué me importa una cornada?,
pitones, rocen mi traje,
del miedo, hoy, me sustraje.
En los gajes de un oficio,
que da cielo o precipicio,
cortando rabo y orejas,
logrando indulto, sin quejas.
Defiendo mi tauromaquia,
realidad, festejo, magia,
me gusta astado cinqueño,
bravo, de casta, de ensueño.
Con más de quinientos kilos,
que levante los suspiros,
más de media tonelada
que, a mí, no me importa nada.
Soy espada, el más osado,
¡madre mía!, toro pasado,
muy cerquita de mi vientre,
Dios proteja al que lo intente.
¡Qué un olé, surque los vientos!,
las palmas sean mis alientos,
de una afición sublimada,
por el toreo enamorada.
Banda de Música, suene,
que un paso doble, resuene,
tóquenme “España Cañí”,
la cuna donde nací.
Viendo llenos los tendidos,
por seres bien entendidos,
en cuestiones de la lidia,
con decoro, sin perfidia.
¿Qué pierdo, al perder la vida,
sufriendo mortal herida?,
revolcado, lastimado,
nunca, jamás me he rajado.
Piel surcada, por raíces,
sangrantes mis cicatrices,
cosidas llevo las venas,
de un hilo penden mis penas.
Aunque sufra otra cornada,
a mí no me importa nada,
mas que cimbrar una Plaza,
soy alma que no fracasa.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 20 de septiembre del 2015
Dedicado a Don Carlos Campos, fiel amante del toreo
Reg. SEP Indautor No. (en trámite)