Por Jose Morente
Va a salir el 5º Miura de la tarde. Manuel Escribano le espera a “porta gayola”
Una tarde de mucho interés
La corrida de Miura con la que se cerraba la feria de Sevilla, encandiló a los espectadores de una plaza casi llena. Cierto es que no hubo faenas al uso (No pudo haberlas. Con los Miuras, ya se sabe, eso es algo casi imposible) pero la tarde tuvo máximo interés tanto por la variedad del comportamiento que sacaron los toros de Lora del Río como por la disposición de dos de los diestros de la terna: Dávila Miura y Manolo Escribano.
Las faenas al uso
Esto de las faenas al uso, merece un comentario más detallado. Hoy no hemos acostumbrado a las embestidas perfectas y a las faenas perfectas. Tanto, que no se tolera defecto alguno, ni en los toros ni en los toreros. Un enganchón en la muleta o una embestida descompuesta bastan para descalificar a un torero o a un toro.
Está muy bien ver torear de esa forma a un toro que embiste de esa forma. Es un lujo evidente pero, sin embargo, como sostiene Morante y como se demostró ayer, tanta perfección no siempre es lo mejor. Una faena no redonda pero adecuada a las condiciones del toro puede máximo interés para el aficionado fetén y debería tenerlo también para el público en general.
No siempre el muletazo puede ni tiene que ser perfecto para que tenga enjundia e interés (Fotografía de José Carlos Vázquez para Diario de Sevilla)
Y ayer para el púbico sevillano, las faenas no perfectas (no podían serlo) y las estocadas casi perfectas de Dávila Miura o de Manuel Escribano tuvieron máximo interés y fueron premiadas en justicia. Lo que es novedad en el toreo de nuestros días, una buena noticia.
Estocadas de Dávila en el cuarto y Escribano en el quinto(Fotografía de José Carlos Vázquez para Diario de Sevilla)
Cierto que estábamos en Sevilla y cierto que Sevilla es especial pero creo que la regla podría valer para otras tardes y otras plazas. Siempre, en mi opinión, que se cumpla un requisito esencial y es que se sepa juzgar a los toreros como sabe hacerlo la afición de Sevilla.
Y es que la afición de Sevilla juzga al torero, no sólo por el resultado más o menos lucido de la faena sino, sobre todo y por encima de todo, en función de las condiciones del toro que tiene delante el torero. Algo de lo que otras aficiones presumen pero que luego, a la hora de la verdad, no siempre son capaces de poner en práctica.
Torear en función de las condiciones del toro. Dávila Miura (Fotografía de José Carlos Vázquez para Diario de Sevilla)
Por eso, por esa capacidad para valorar al torero en función de las condiciones del toro, una afición que pasa por torerista es quizás para mí, la afición más torista de todas pues es la que más se fija en el toro y la que mejor matiza su comportamiento. Quizás sea por eso, por esa atención que se le concede al toro por lo que aquí, en esta plaza y en esta tierra, tanto se valora y apoya a los toreros.
Es la paradoja del torerismo sevillano.
Los toros de Miura del domingo en Sevilla
Los toros de Miura, todos cárdenos o entrepelados y, menos uno, de cuatro años recién cumplidos. La fórmula ideal (visto lo visto este año y hace dos) para que embistan y no desarrollen excesivo sentido (Fotografías de Aplausos)
El juego de los toros
Y por lo que respecta al juego de los toros, otro tema que se presta a reflexión es el desigual y diverso comportamiento de los toros de ayer. Una diversidad que ayudó al interés con el que se siguió la tarde.
Y es que, ayer, los miuras recorrieron la gama que va del toro noble y bonancible (bonanza que, en esta casa suele durar poco tiempo) al toro de sentido (ese toro que se entera de todo y que parece que viene con la lección aprendida: ¡Sabe latín! se decía antes). Y está claro que tiene interés, mucho interés, ver como los diestros resuelven los problemas que plantean los toros… o como no los resuelven.
El toro de Miura nunca es fácil (Fotografía de José Carlos Vázquez para Diario de Sevilla)
Cuando hay corrida de Miura y el toro que se lidia tiene “jiribilla”, el tendido se erige en Cátedra o Foro y las opiniones abundan. Todo el mundo sabe lo que hay que hacer. Eso sí, pocos se ponen de acuerdo: ¡Por alto! Piensa uno. ¡A ese toro hay que llevarle por abajo. Dóblate! Replica el de más allá. ¡Como le recortes te coge! Musita un tercero ¡Tres y a matar! Suplica el último, sentencioso.
Son discusiones teóricas y en voz baja porque, con estos toros, nadie (ni siquiera los propios toreros) está seguro de nada y la receta infalible se puede convertir en una situación de riesgo. Así que cada aficionado da su opinión a su vecino de localidad (en voz queda, por supuesto) y allí no chista nadie. Ni en el tendido, ni en el callejón ¡Bueno fuera!
Susto de Dávila en el primero. Los Miuras ya se sabe (Fotografía de José Carlos Vázquez para Diario de Sevilla)
Entre una cosa y otra, entre el juego emocionante de los toros, las opiniones doctas de los vecinos de localidad y el trabajo solvente de los toreros (Oficio y maestría en Dávila y apuesta arriesgada en Escribano) se fue pasando la tarde en un suspiro (o, mejor dicho, en un ay).
Dávila Miura entendió perfectamente a sus toros y les dio la lidia adecuada (Fotografía de José Carlos Vázquez para Diario de Sevilla)
Escribano estuvo muy valiente y decidido toda la tarde. Aquí se adorna en banderillas (Fotografía de José Carlos Vázquez para Diario de Sevilla)
(Un inciso: Me gusta emplear la palabra trabajo al referirme a la labor de los diestros no sólo por que es indicio del esfuerzo que implica lidiar estos toros sino por su sabor decimonónico, muy adecuado a una ganadería que va ya camino de los 175 años de historia pues se fundó en 1849)
(Y una apostilla: El excepcional desempeño de los banderilleros y varilargueros en esta feria de Sevilla. Otra característica de esta afición es su atención a los detalles y, entre los detalles, no el menor es la buena labor de los de plata a pie y los de oro a caballo. Quede constancia)
En resumen que los Miuras, por su variedad, pusieron interés. Que Escribano y Dávila hicieron cosas de mucho mérito y que el público salió encantado de lo que había visto y que, también encantados y por su propio pie, salieron los toreros después de haber dado cuenta de la corrida.
De una señora corrida de toros de Miura, que decían los antiguos.
Dávila Miura apostó de forma tremenda y arriesgada en su vuelta a los ruedos y triunfó con los toros de Miura ¡Olé por él! (Fotografía de José Carlos Vázquez para Diario de Sevilla)