La enemiga a las corridas de toros ha sido una constante a lo largo de la historia del toreo. La presencia de la muerte ha sido la causa principal del rechazo que suscita este rito. La diferencia fundamental a lo largo de la historia estriba en que, mientras en los albores del toreo, el bien a preservar era la vida de las personas, hoy el objeto de protección son los animales: primero, el caballo, hasta la implantación del peto y, posteriormente en nuestros días, el toro.
“Por lo que toca a las cuestiones morales, no puedo decir más que una cosa; es moral todo lo que hace que me sienta bien e inmoral todo lo que hace que me sienta mal. Y, juzgados por este criterio, que no intento defender, los toros son absolutamente morales para mí, porque durante la corrida, me siento muy bien, tengo el sentimiento de la vida y de la muerte, de lo mortal y de lo inmortal, y una vez terminado el espectáculo me siento muy triste, pero muy a gusto (…)
He llevado a muchas gentes, tanto hombres como mujeres, a los toros y he visto sus reacciones ante la muerte y ante las heridas de los caballos en la arena y esas reacciones son absolutamente imprevisibles.
Algunas mujeres, de las que yo estaba seguro que les gustarían las corridas, salvo el corneamiento a los caballos, no se sintieron afectadas de ninguna manera; así es que un espectáculo que esperaban que les horrorizase y disgustase, no les disgustaba ni horrorizaba lo más mínimo. Mientras que otros, hombres y mujeres, se mostraban afectados de tal modo que acababan por sentirse físicamente enfermos.
Más tarde entraré en pormenores sobre algunas de estas reacciones, pero ahora basta que diga que no hay entre las gentes un signo distintivo o una línea de demarcación que permita dividirlas según su grado de civilización o de experiencia en dos grupos; las que se sienten afectadas y las que no se sienten afectadas.
Según mis propias observaciones, podría decir que se pueden hacer de las gentes dos grandes grupos: los que, por hablar con el lenguaje propio de la psicología, se identifican con los animales es decir, los que se ponen en su lugar, y los que se identifican con los seres humanos.
Creo, por mi propia experiencia y mis observaciones, que los que se identifican con los animales, los amigos profesionales de los perros y de otros animales, son capaces de mayor crueldad para con los seres humanos que quienes no se identifican espontáneamente con los animales.”
Ernest Hemingway “Muerte en la Tarde” (Barcelona, Edición por fascículos de La Gaceta Ilustrada, 1966, Capítulo I, página 3)
Hemingway en los toros con boina y bigote (Foto del Mundo)
Fabuloso, genial.
ResponderEliminarEse último párrafo se me quedó grabado en su día, y no anda muy desencaminado el bueno de don Ernesto.
Saludos, Pedro.
Excelente observación del insigne escritor, hombre recio y de amplio criterio, intelecto elevado. Gracias por compartir esta gema taurómaca. // Atte., Torotino.
ResponderEliminarHaría falta un estudio sociológico ,en el tiempo, para entender el rechazo que produce, en una parte de la sociedad, los toros. Pienso son varios los factores, el primero, el desconocimiento, después, no preocuparse de enseñar a nuevos aficionados, base de la fiesta, y el tercero, los independentismos, que quieren romper, con todo lo que nos identifique, sin saber, que el líder abertzale Jon Idígoras,quiso ser torero y se puso en los carteles,chiquito de Andoain. Barcelona y Cataluña, fue base de la fiesta, desde el romance de Mario Cabré a Ava Gadner, hasta Chamaco, contando con Joaquín Bernadó, y los festejos que se organizaban , en Tarragona, Lloret de mar. Los gustos cambian y las influiencias publicitarias también, saludos, Manuel Vazquez
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