Por Luís Miguel López-Rojas
El pasado día 3 de junio, Perera marcó, en el ruedo de las Ventas, la raya del mejor toreo
Existen actuaciones que marcan el nivel de una temporada, el de un torero y en muy contadas ocasiones el del toreo. Pues bien, el día 3 de junio de 2014, en Madrid, con la corrida de Adolfo Martín, Miguel Ángel Perera marcó una raya en el coso venteño.
Me gustaría empezar analizando, bajo mi particular punto de vista, qué se debe dar para que ocurra lo acontecido el día de autos.
Las condiciones necesarias. La apuesta
Primera condición para el éxito. La apuesta de anunciarse en Madrid con los toros de Adolfo.
En primer lugar, y con la antelación con que hoy en día se cierran las ferias, que el torero tenga la decisión de anunciarse con una corrida de este tipo. Dar el paso al frente y apuntarse a una corrida de los hierros del gusto de la afición torista. Una corrida con la que sólo por estar anunciado en los carteles, tenga la consideración de gesta.
Hay que señalar que muchas de las veces, la mayoría, el resultado y el reconocimiento del esfuerzo por parte de los aficionados no están a la altura de la apuesta, del gesto. Cabe recordar como ejemplo los primeros años de la década del 2000, donde el Juli se apuntó a Miuras en Valencia, Guardiola en Madrid, Joselito con Pablorromero y Adolfo Martín en San Isidro, coincidiendo en ésta última con José Tomás, el famoso día de los avisos…
Sin ir más lejos, el año pasado en la encerrona de Talavante con 6 de Victorino, donde ante el fracaso del resultado (que no de la apuesta), salieron voces de mofa del tendido “¡Vete a grabar el anuncio a televisión!”
Este año, Perera, consciente del nivel que se encuentra, según los mentideros, pidió a la empresa de Madrid, tres tardes y entre ellas, matar la de Adolfo y Victorino Martín, quedando al final, seguramente por causas ajenas al torero, cerrada sólo la de Adolfo de las dos del encaste Albaserrada pedidas.
Las condiciones necesarias. Un toro
Segunda condición del éxito: Un toro con un poso de bravura suficiente. aunque en este caso el “pozo” era tremendamente hondo (En la foto de Juan pelegrín, el sexto de la tarde, Revoltoso, número 460. 590 Kg. Cárdeno)
En segundo lugar, que dentro de una corrida de estos hierros, salga ese toro con fondo y bravura suficiente para realizar el toreo actual. El que el público demanda. Ese toreo largo, profundo, estético, por abajo, ligado… que el público hoy en día quiere ver independientemente de la condición del oponente.
Hay que ser consciente y así lo señalaba Paco Carmona en la animada tertulia que tuvimos en los prolegómenos de la Beneficencia, que las figuras del momento, indiscutiblemente, son los toreros más capaces y que mejor pueden con cualquier tipo de toro. Pero este poderío, esta sensación de seguridad que mostrarían ante estas ganaderías, cuando el toro no se presta al lucimiento, no siempre gusta al público, especialmente a aquellos aficionados toristas que se rigen más por el hierro que por la condición.
Las condiciones necesarias. Cuajarlo
Tercera condición para el éxito: Cuajar la faena (Excepcional natural de Perera. Foto de Juan Pelegrín)
Y el tercero y más difícil, que cuando se den los dos primeros, cosa que raramente ocurre, cuajarlo. Macar la diferencia con el resto de mortales. Llegar hasta donde muy pocos o nadie pueden llegar. Coronar la cima. Elevar el nivel del toreo. Esto tan fácil de explicar y tan difícil de hacer es, simplemente, lo que hizo Miguel Ángel Perera el pasado día 3.
Bien es cierto, y así lo reconocía el propio torero ante los micrófonos del Plus, que se han dado todas las circunstancias para que esto ocurra. Fundamental ese éxito tan rotundo, tan incontestable, con la corrida de Victoriano del Río.
Con ese toreo tan perfecto en el toro de las dos orejas. Toro de gran calidad, que podría dar a pensar a más de uno, que ese toreo ante un toro de esta condición, lo podía hacer “cualquiera” (no malinterpretar: entendido como un buen número de toreros). Con esta actuación, Miguel Ángel se ganó el respeto y la “espera” del público de la Ventas. Cosa que hoy en día, tratándose de figuras y toreros de este corte (no artistas), es harto difícil.
Esta expectación, esa paciencia, ese “crédito” que se precisa por parte del público para el torero pueda desarrollar su labor, lo acrecentó dentro de la misma corrida de Adolfo con su primero. Labor soberbia, llena de matices… para que en su segundo surgiera el milagro. Toro con dificultades, con carbón, exigente, que se metía en el primer y segundo pase…un toro que nadie veía.
Miguel Ángel a fuerza de valor, de tragar, de corregir, de proponer, de distancias, de terrenos, de cites, de alturas, de toques… impuso esa tauromaquia que a mí me gusta denominar del “sí o sí”. Obligó a toro a seguir el camino de su poderosa muleta. Al toro no le quedaba otra opción. Esto es el “sí o sí”. Toreo largo, profundo en series emocionantes, milagrosas… Perera hizo un raya en el albero del coso venteño. Puso el listón a la temporada 2014, a su toreo y, seguramente, al toreo.
De momento, ahí queda. Para todo aquel que quiera osar traspasarla, ya sabe dónde está el nivel. “La raya de Perera”
Perera marcó la raya en el ruedo que es donde hablan los toreros (Foto de Juan Pelegrín)
Declaraciones chocantes
Al hilo, me resultaron muy chocantes las declaraciones del Juli al terminar su actuación en la Beneficencia “estoy deseando volver este año, ¿en Otoño?, ojalá”. Declaración sorprendente en los tiempos actuales. Puede que Julián lo dijera porque tenía la sensación de que esa tarde no había tenido el tipo de toro necesario en Madrid para mostrar su verdadera dimensión… Puede.
Puede que lo dijera porque había sentido que la mayoría del público ha reaccionado a su toreo y se ha impuesto a esa minoría dictatorial y sectaria que, por sistema, quiere reventar todas sus actuaciones... Puede.
Pero a mí, no sé si de forma real o por mi imaginación/ilusión como aficionado, creo que los motivos son más profundos. Tenía a Perera en la cabeza y esa raya que quedó marcada el 3 de junio. Comprende que esa marca sólo se puede ser borrada en el lugar que se hizo. El albero venteño. Y si hay alguien capaz de responder al órdago, de recoger el guante, ese es… Julián.
Y si llegados a este punto y mi teoría fuera cierta, ¿por qué esperar a otoño?
El Juli abandona la plaza el día de la Beneficencia ¿Porqué esperar a Otoño?
Dando por cierto a la faena de Perera el valor de punto de inflexión, me pregunto y traslado la pregunta al maestro de este blog y sus colaboradores, si cabe pensar que lo de Perera puede suponer la superación de la estilización de la tauromaquia moderna. Esa estilización a la que Ortega daba categoría de agotamiento del arte.
ResponderEliminarfrancisco Butler:
ResponderEliminarComo el maestro indiscutible, entre quienes escriben en este blog, es Fernando Cámara, traslado a él su más que interesante pregunta para que nos ilustre con su opinión y podemos iniciar así un fecundo debate
Debate este, el de la relación de la eficacia con la estética, que le anticipo es frecuente motivo de reflexión entre los aficionados que aquí nos damos cita.
Un cordial saludo