Nº 41, Lana Virgen de la ganadería de Bañuelos. Negro listón chorreado, 554 Kilos, nacido en marzo del 2008 (Foto de Juan Pelegrín)
En la corrida del pasado 21 de mayo con toros de varias ganaderías y Zotoluco, Urdiales y Morenito de Aranda en el cartel se pudo vivir un emocionante tercio de varas en el cuarto toro de nombre Lana Virgen y de la ganadería de Bañuelos.
El picador Nacho Meléndez, salió de la plaza entre las aclamaciones del público, los vivas a México de sus numerosos compatriotas presentes (este año se han anunciado nada menos que 8 toreros de aquellas tierras en el ciclo isidril) y el beneplácito de los exigentes aficionados madrileños.
Podremos poner todos los reparos que sean procedentes al exigente, y no siempre justo, aficionado madrileño, lo que no se podrá nunca negar es que Madrid es de las pocas (muy pocas) plazas donde todavía hoy se presta atención al toro y, de rebote, a la suerte de varas. Lo que debemos anotar a beneficio de inventario.
Creo que el éxito de Nacho Meléndez resultaría impensable en otras plazas ya que, por desgracia, esta suerte concita hoy día la mínima atención (cuando no la repulsa de los espectadores) pues todo el interés de los públicos se centra en la faena de muleta.
Y como resulta que, para la muleta, el comportamiento del toro en varas suministra muy pocas pistas, quizás por eso, se pueda explicar el desinterés con que los matadores siguen este tercio en el que su única precaución es dosificar el castigo de tal forma que el toro no llegue al final ni demasiado agotado ni demasiado crudo.
El comportamiento del toro en la suerte de varas nunca ha servido a los toreros para saber como este iba a responder a los engaños y es que la fiereza no siempre viene acompañada por la nobleza. Una vara de Bocacha en una novillada en Madrid el 21 de febrero de 1897 (Fotografía publicada en Pan y Toros).
Al contrario de lo que sucede en banderillas pues raro es el diestro que no anda pendiente del más mínimo detalle. Y es que siempre se ha dicho que los toros empiezan a cambiar en ese tercio, pues ahí se les empiezan a ver las intenciones a la mayoría.
El tercio de banderillas es el tercio en el que más cambian los toros, por eso la atención que despierta en los toreros (Fotografía del álbum de Laurent)
Por todas estas razones, merece la pena que hablemos del tercio de varas del toro Lana Virgen. Que hablemos de esa suerte añeja y marginal, necesaria pero poco comprendida por la mayoría de los espectadores.
Y es que si al matador no le interesa la suerte de varas, a nosotros (como aficionados) si y mucho. Por dos cosas: primero, porque es el mejor momento para empezar a calibrar la bravura del toro y segundo, por la belleza que encierra cuando se ejecuta bien o la emoción que provoca cuando el toro es fiero y fuerte.
Vayamos por partes. Empecemos por el tema de la bravura.
La bravura del toro en varas
Un “furibundo” Veragua toma una vara del Chato en Toledo, patria del mazapán y donde pastaba la ganadería del Duque, el 19 de agosto de 1898 (Publicada en Sol y Sombra). El toro tomó 5 varas, dio 3 caídas y mató 1 caballo. Además conmocionó al picador Sastre
No es hoy, la suerte de varas, el único medidor de la bravura como lo era en aquellos tiempos de los furibundos toros de Veragua que lo daban todo en el caballo con máxima entrega pero llegaban agotados y aplomados a la muleta lo que determinó su práctica desaparición como encaste por incapacidad de adaptación o adecuación al ritmo de los tiempos.
El mismo toro ya muy aplomado. El comportamiento de los Veraguas en el último tercio no tenía nada que ver con su pelea en el caballo. Trastea Mazzantini quien lo prepara para la muerte.
Todavía en 1959 Don Luis Fernández Salcedo, en su tabla de los 100 puntos de la bravura de 1959 (que llamaremos LFS-100), concedía a la suerte de varas el 45 por 100 de la puntuación total del toro ideal (Ver entrada de este blog sobre el tema)
Algún tiempo después, el propio Don Luis corregiría esos porcentajes (LFS-30) bajando al 40 por 100 el “peso” de la suerte de varas en la puntuación total
Hoy los porcentajes posiblemente serían menores pero lo significativo es que esta suerte sigue siendo (guste o no a algunos y estoy mirando a ciertos ganaderos) determinante para valorar la bravura del toro o, mejor dicho, para valorar su fiereza.
Como esto de la bravura (su concepto) fluctúa con las modas, me parece necesario que precisemos esos tres conceptos: bravura, fiereza y toreabilidad. Utilizamos las definiciones que propone Juan Pedro Domecq en su libro “Del toreo a la bravura”
Bravura
Es la capacidad de lucha del toro hasta el momento de su muerte, son las ansias de embestir a lo largo de toda la lidia.
La bravura sería el ansia de embestir. Base del comportamiento del toro que, por eso, se llama bravo.
Bravura es el ansia de embestir. Lana Virgen ante Nacho Meléndez. Foto de Francisco Pastor publicada en el magnífico blog “Dominguillos” de ese buen aficionado que firma como “Vazqueño”
Luego esta embestida tendrá sus matices y el toro se arrancará de largo o no, empujará con furia o no, meterá bien la cara o no, se rebosará en la muleta o no, se revolverá presto o no, paro la clave está en esas ganas de embestir que caracterizan al toro bravo. A sensu contrario, consideramos manso al toro que huye.
Los matices de la bravura. La fiera pelea de Lana Virgen (la foto de Francisco Pastor se publicó igualmente en Dominguillos)
Dentro de los múltiples matices que puede presentar esa embestida del toro bravo hay dos que creo conveniente destacar: la fiereza y la toreabilidad (o la casta y la nobleza como prefiramos denominarlo)
Fiereza (casta)
El carácter que da emoción al espectador. Embestir con empuje y fuerza empleando todo su cuerpo en el ataque, tanto al caballo como a la muleta. Es la condición que da al toro la sensación de riesgo en cada una de sus arrancadas
Toreabilidad (nobleza)
Es el afán del toro por alcanzar aquello que se mueve, es decir, los vuelos del capote y la muleta
La bravura se definiría por la combinación de esos dos caracteres casi contrapuestos: fiereza y toreabilidad, en proporción cambiante según las épocas y según quien haga la valoración.
Por eso, por esos cambios, no es lo mismo el concepto de bravura que se tenía en el siglo XIX que el que tenemos hoy día. Tampoco es igual la idea que sobre la bravura tienen los ganaderos, que la que tienen los toreros o los aficionados. Incluso dentro de cada uno de estos gremios hay opiniones para todos los gustos.
Si hablamos de fiereza (que se ve fundamentalmente en las varas) o de toreabilidad (que se ve fundamentalmente en los engaños y especialmente en la muleta) y además incluimos en la valoración los matices (positivos o negativos) que acompañan a estos caracteres creo que habremos dado un paso para establecer una valoración correcta de la bravura que como he dicho nunca es objetiva sino subjetiva.
La nobleza (toreabilidad) se manifiesta en la forma de seguir el toro el vuelo de los engaños. En la fotografía, José Mari Manzanares en Olivenza (2005)
La bravura de Lana Virgen
Conceptos teóricos aparte, una cosa que siempre me sorprende es la diferencia de opiniones y valoraciones que, en esto de los toros, provoca un mismo hecho. Raro es que los aficionados nos pongamos de acuerdo en algo aunque puede que ahí radique uno de los encantos de la Fiesta. Pero a veces el disenso es excesivo.
Con el comportamiento de Lana Virgen ha pasado tres cuartos de lo mismo. Así resulta que mientras algunos (críticos y aficionados) han calificado al toro como bravo otros lo calificaban de manso.
¿Cómo es posible? ¿Cómo se pueden dar valoraciones tan diferentes de los mismos acontecimientos? ¿Cómo puede ser que el mismo toro sea bravo para unos y manso para otros?
La razón creo que está en que una cosa es definir conceptos y otra concretarlos. Si partimos de la base de que los conceptos son subjetivos (aunque uno se pregunta si pueden serlo tanto) y añadimos el dato cierto de que el aficionado valora a bulto tendremos la explicación de estas divergencias.
Y bien está sentenciar a ojo de buen cubero en charlas de café (aunque no estaría mal afinar un pelín más) pero cuando las opiniones se hacen públicas (prensa, televisión) esta falta de rigor resulta un pelín frívola.
La tabla de la bravura de Luís Fernández Salcedo (LFS-100) de 1959. Los factores ligados a la fiereza (casta) puntúan bastante más que los vinculados a la toreabilidad (nobleza).
Como Lana Virgen era un toro fiero y fuerte (en eso estamos todos de acuerdo) o sea, un toro a la antigua, he valorado su comportamiento con los criterios del Cuadro de los 100 puntos de Fernández Salcedo de 1959 (LFS-100)
El toro obtiene 5 puntos sobre 10. O sea, que aprueba por los pelos. Si la bravura es la valoración de un conjunto de muy diversos caracteres, Lana Virgen no es bravo ni manso sino… todo lo contrario, que diría el mismo Don Luis.
Es muy interesante comparar la puntuación de Lana Virgen en la escala LFS-100, con la que el año pasado obtuvo, en la misma escala, Arrojado de Cuvillo indultado en la Maestranza. Arrojado alcanzó una puntuación de 7 sobre 10 (Notable)
Será todo lo discutible que se quiera la comparación (entre otras cosas porque el año pasado hicimos una encuesta entre los lectores del blog “El escalafón del aficionado” y los de “La razón incorpórea” y este año no), pero el resultado está a la vista.
No obstante, como hemos dicho todo es relativo. Por eso, lo mejor es que cada uno compruebe la pelea en varas del toro (para lo cual la insertamos completa a continuación incluyendo los tiempos muertos) pudiendo así sacar nuestras propias conclusiones (y puntuaciones)
Si queremos ver la lidia completa para valorar el comportamiento global del toro y no sólo el tercio de varas lo podemos hacer en este enlace
Con la escala LFS-100 del año 1959 el toro sólo alcanza un 5 sobre 10. No obstante, es probable que si se puntuará con criterios del siglo XIX su puntuación mejoraría por lo espectacular de su pelea en varas y ello sin perjuicio del defecto (grave para mí pues yo lo hubiera calificado directamente por ello de manso) de salirse suelto de la suerte.
Todo es pues relativo y lo que se valoraba de un modo hace 100 años (la bravura, la forma de torear, el concepto de la lidia) hoy se valora de otro muy distinto sigue emocionándonos.
Y para terminar una pregunta
Si la bravura es mezcla de fiereza y toreabilidad. ¿En que porcentaje deben entrar ambos conceptos a la hora de valorar la bravura? ¿Al 50%? ¿Debe primar más, pongamos un 60 por 100 la toreabilidad? O por el contrario ¿debe ser la fiereza la que caracterice y determine si un toro es más o menos bravo?
La respuesta que demos será un buen medidor del concepto de bravura pero, también y sobre todo, del concepto del toreo que cada uno personalmente tiene.
En Madrid el 25 de mayo de 1902 Pepe el Largo cita en corto y con poco palo a un toro de Bañuelos, pero de Doña Prudencia, ganadera de Colmenar viejo. Ha transcurrido, desde ese día, la friolera de 110 años
Me resulta muy interesante aclarar estos conceptos.
ResponderEliminarEn la feria de Salamanca, en unos coloquios a los que acuden un número importante de profesionales para analizar el festejo, raro es el año en que no discutan (sin llegar a un punto de acuerdo) si un toro puede ser manso y encastado a la vez.
Según la teoría que se ha expuesto aquí, deduzco (y corríjeme si me equivoco, José) que si puede serlo, pues puede huir al castigo (manso) y a la vez hacerlo con fiereza (encastado). Un saludo , Alberto Marcos
Alberto Marcos:
ResponderEliminarEefctivamente, el toro puede ser a la vez manso y encastado como puede ser manso y noble. En este último caso, con mucho lucimiento para el torero (si lo entiende lo que es probable ya que la mayor dificultad del toro viene por su casta y no por su mansedumbre) pues el público no espera faena y además suele valorarla positivamente.
Repito (no sé si por segunda o tercera vez) la frase de Rafael el Gallo que decía preferir el toro manso al bravo pues según él era mejor tener que ir detrás del toro a que fuera el toro el que iba detrás del torero. Pero evidentemente, se refería al manso integral, al manso huido.
Un abrazo
Alberto Marcos:
ResponderEliminarAñadiría un matis a lo ya dicho y es que el toro manso integral es el manos huido. El manso encastado, con todos sus defectos, se encuentra en la escala de bravura un punto o dos por encima de aquel.
Un abrazo
Término aclarado. Muchas gracias. Por cierto, a raíz de hablar de las posibilidades de triunfo con toros mansos(encastados, con nobleza...)pienso que un torero que se acopla perfectamente a ellos es el maestro Ponce. No quiero decir con esto (¡por Dios!) que no pueda con el bravo, que lo ha hecho mil veces, sólo que su técnica es muy apta para este tipo de toros.Un abrazo, Alberto
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