Chicuelo. Foto de Boldún (Del libro “Toreros en la galería”)
No sólo Chicuelinas
En la anterior entrada decíamos que no hay imágenes filmadas de Chicuelo. O si las hay ¿Quizás en México?), no tienen la difusión que la de otros diestros de la misma e incluso anterior época. Por eso (y por otras razones) y aunque se recuerde su nombre, se conoce poco su toreo.
Tenemos por ello la obligación (ética) de rescatar a Chicuelo. De recuperar su memoria que es parte importantísima de la memoria de la historia del toreo.
Se ha escrito que los diestros que vinieron después de Chicuelo dieron las Chicuelinas con más temple o con más arrojo o, a veces, con más profundidad pero nadie, nadie (lo dijo Cossío) las dio nunca con la gracia y el salero de su inventor. Los aficionados se quejan de la proliferación o profusión de este lance que se utiliza normalmente en quites, a toro picado. Por el contrario, cuando veo un torero citando para dar chicuelinas y aunque el diestro de turno sea de Copenhague y la plaza la Maestranza (que ya hay que tener valor para hacer eso en ese sitio y lo tienen) me acuerdo del genial diestro sevillano y espero con agrado el lance que creó.
De Chicuelo recordamos sus famosas Chicuelinas, tan denostadas hoy por lo reiteradas, pero muy pocos recuerdan ya que el diestro de la Alameda jugó, como decíamos en la anterior entrada, un papel clave en la historia de la fiesta pues Chicuelo heredó el gusto de Joselito por el pase natural y cimentó en el toreo en redondo, que él contribuyó a definir, sus mejores faenas.
Un gran natural de Joselito, el año 1916, cuando ya había corregido la costumbre inicial suya de ayudarse con el estoque. En la foto se ve como la mano de la espada la lleva en la espalda. Joselito estaba continuamente matizando y perfeccionando su toreo. Su evolución técnica en los años que vivió fue tremenda y sin parangón con diestros anteriores o posteriores. Otro detalle técnico muy suyo es la posición de la pierna izquierda, nada rígida sino ligeramente flexionada, lo que le acercaba más al toro. Un toro que está totalmente sometido y sigue con entrega una muleta que, eso sí, va “por arriba”
Sin embargo, su falta de regularidad y -sobre todo- de ambición, precisamente lo que le sobraba a su maestro José, de quien fue genial continuador, han sido aprovechadas por críticos e historiadores del toreo para ocultar su figura detrás de un velo formado por una catarata de tópicos.
Hablar de Chicuelo es hablar de arte, gracia, salero, tarro de las esencias (“El torero de la gracia” titulaba el Ruedo una serie retrospectiva dedicada al diestro. Serie que ha desempolvado Pocho Paccini Bustos en su blog “El desjarrete de Acho”). Es hablar –desde luego- de sus Chicuelinas. Pero también de miedo, abulia, indolencia, irregularidad, falta de consistencia.
Nadie o casi nadie habla de su magnífica aportación a la evolución del toreo en redondo. A la construcción del toreo moderno del que el sevillano es un eslabón genial y fundamental. “Arquitecto del toreo moderno”, lo definió Pepe Alameda.
No obstante, hay algunos críticos que si nos han hablado en serio del toreo del sevillano y de su importancia en el toreo en redondo. El primero fue el ya citado Pepe Alameda. Hubo otros, de los cuales uno de los más recientes ha sido José Carlos Arévalo (quien hizo una magnífica exposición sobre el toreo en redondo en “6 Toros, 6” que está colgada en alguna página de Internet). El último pero sólo por cronología, el siempre fiable Paco Aguado (en la fotografía). De entre los no profesionales, no debemos olvidar a Juan Medina quien recordaba al torero sevillano hace un mes en su magnífico e imprescindible blog “El escalafón del aficionado”.
No podíamos quedarnos en esta serie sobre el toreo en redondo con la viñeta en negro que representa la ausencia de imágenes filmadas del sevillano Chicuelo. Viñeta en negro que simboliza lo que hoy se sabe o recuerda de su toreo: Nada, o casi nada.
Pocas cosas -aparte de sus chicuelinas- nos han quedado de Chicuelo, pues su memoria permanece oculta bajo un montón de topicazos. Sirva, a título de ejemplo, que el llamado “torero de la Alameda” había nacido en realidad en Triana, en la calle Betis a la vera del Guadalquivir, y vivía en la Macarena, en casa de su tío Zocato, que recogió a su familia al fallecer su padre (Que fue también torero). Chicuelo sólo iba a la Alameda de niño a jugar a los toros. En la foto las columnas de la Alameda de Hércules en Sevilla. Quien si vivía allí era Joselito el Gallo.
Antes de Corchaíto
Chicuelo fue torero precoz e intuitivo pero no se piense que al estilo de José sino en cierto modo al contrario. Pues, como la mayoría de los toreros de su época (continuadores en esto de los planteamientos belmontistas), en su toreo predominaba la intención estética antes que el dominio de las reses.
Chicuelo compartía (como señalaba Uno al Sesgo), con los diestros de su generación, esa preocupación estética y esa despreocupación por las condiciones de los toros. Ya que para ellos, no era el torero sino el toro quien se debía “prestar a la forma de torear de aquel”.
Chicuelo en la biografía que le hizo Uno al Sesgo (un crítico con buena baba, grandes conocimientos y mejor visión de futuro) para su serie “Los Ases del Toreo”. Eran los primeros años de la carrera del torero. Su biógrafo señalaba “el conocimiento de las suertes” que no de las reses como característica definidora del toreo del sevillano.
Lo que si heredó Chicuelo de Joselito fue el gusto por el toreo al natural en redondo pues no en balde fue admirador y continuador del maestro de Gelves, al que además seguía en la suavidad suprema con la que ejecutaba los lances (Entre paréntesis, anotemos este punto –la suavidad del toreo de Joselito- sobre el que habrá que volver necesariamente)
Tanto realce e importancia concedía el diestro sevillano a este pase natural que gustaba –además- iniciar sus faenas directamente con la muleta en la izquierda.
Chicuelo gustaba de iniciar –a veces- sus faenas citando directamente al natural con la muleta en la izquierda.Como le vemos en la plaza de Sevilla. Así comenzó también la faena a Corchaíto.
Y por ello, también, toreó al natural en redondo muchas veces (ya lo dijimos en la anterior entrada del blog).
Una de las más significadas y significativas de esas veces, fue la faena que hizo a Dentista de San Mateo en México.
Pase natural al toro Dentista de San Mateo, el 25 de octubre de 1925 en la plaza el Toreo de México. Sin comentarios.
El pase de pecho de Chicuelo. Un pase de pecho muy coherente con su concepto tan puro del toreo de línea natural. Por eso lo daba en línea recta. Con este pase (el de la foto), Chicuelo remató una tanda de ¡siete (7) naturales ligados! al toro Cardenillo de Concha y Sierra en Valencia. Era un 21 de julio de 1921.
Chicuelo y Corchaíto
Como decíamos en la anterior entrada (y como dijera el crítico Gregorio Corrochano unos días después), el 24 de mayo de 1928, Chicuelo levantó con el toro Corchaíto un monumento al toreo al natural en la plaza de Madrid.
Recorte de un párrafo de la crónica de Corrochano en ABC pero de la crónica de la corrida del domingo siguiente en Madrid. Corrida que no toreó Chicuelo, pero en la que don Gregorio recordaba elogiosamente al sevillano.
Lo más curioso es que precisamente Corrochano se había mostrado muy parco en elogios en su crónica del día de la faena a Corchaíto. El crítico de ABC no se percató entonces del alcance e importancia de lo que hizo el sevillano ya que se limitó a decir que Chicuelo “en su repertorio y estilo da el mayor rendimiento” en una faena que calificó de preciosista y –lo más fuerte- que “sólo había hecho media faena”.
Ese comentario levantó ampollas entre los aficionados y Corrochano tuvo que corregir el patinazo en la crónica siguiente. De ahí el elogio –nada desmedido por cierto- que reproducimos (¡Todo esto para que se fíe uno de los críticos de campanillas por muy prestigiosos que sean!).
Por la falta de imágenes filmadas, tendremos que contentarnos con las fotografías y con lo que dijo de él, la tarde clave de su faena al toro de Graciliano, otro crítico importante Federico M. Alcázar.
Cuestión previa. Corchaíto
La “M” de Matilla en un hierro mítico. El de Graciliano
Un dato interesante: Corchaíto (negro, calzón y coletero) no fue un toro de bandera sino que al contrario manseó algo en los primeros tercios. No obstante, el público hizo que las mulillas volvieran del desolladero y le dieran la vuelta al ruedo. El toro fue premiado igual que el año pasado lo fue Atrevido en la Maestranza de Sevilla, por su noble comportamiento en la muleta.
Y otro dato, la faena de Chicuelo tuvo lugar un año después de la instauración del peto en los caballos de los picadores. Quede constancia del dato para un análisis posterior del tema.
El criador de Corchaíto, el ganadero salmantino Graciliano Pérez-Tabernero Sanchón (Foto de “Tierras Taurinas”).
La opinión de Alcázar
Federico M(onjavacas). Alcázar. El crítico del Imparcial
Y vamos ya con la faena. Tiene la palabra Federico M. Alcázar, en el Imparcial, quien (al contrario que Corrochano) si supo ver en la plaza la importancia de lo que hizo el diestro sevillano. Federico se deshace en elogios e hipérboles pero también supo contarnos con acierto y precisión la faena.
Leemos la descripción de la faena de Chicuelo a Corchaíto que el crítico calificó en el titular como “la más grande del toreo”.
La crónica de Federico M. Alcazar en el Imparcial, transcrita del libro el Hilo del Toreo de Pepe Alameda, ya que el ejemplar de la Biblioteca Nacional está salvajemente mutilado por un aficionado tan entusiasta como insolidario e incívico.
La página del Imparcial correspondiente a la crónica de la faena de Chicuelo del ejemplar (del día 25 de mayo) que se encuentra depositado en la Biblioteca Nacional de España. Tan mutilado como la memoria que tenemos del toreo del diestro sevillano,
La faena en imágenes
Chicuelo ante Corchaíto. Primeros compases. El torero como eje vertical alrededor del cual “gira” el toro y... el toreo.
Chicuelo inició su faena directamente por naturales, algo que en él no era raro como ya hemos comentado.
Y por naturales siguió…
Aunque no podía faltar algún intermedio entre tanto pase natural. Como este pase de la firma.
Pase de la firma que Chicuelo gustaba de enlazar con el pase de costadillo (Aquel que tan bien ejecutaba y tan bien supo describir, con la pluma, el torero Mario Carrión en el libro de José Luís Ramón “Todas las suertes”, cuya lectura es obligatoria para cualquier aficionado que se precie).
Chicuelo intercaló también, en la faena a Corchaíto, el pase de la muerte en claro guiño al toreo de Joselito y, de rebote, homenaje al Papa Negro.
Pero lo importante, fueron los naturales excelsos, magníficos, ligados… Con el torero en giro de cintura para llevar el toro detrás de la cadera y enganchar un natural con el siguiente.
El público coreaba (y contaba) los naturales
La reacción de los espectadores frente a la propuesta de los toreros de la época (De todos, no sólo de Joselito y de Chicuelo), toreando al natural en redondo, fue tremenda y entusiasta.
Tanto que lo normal (y es dato poco conocido) es que los espectadores coreasen los pases naturales dados en serie.
Como un grito de reconocimiento y de ánimo al torero. Como mensaje de apoyo y de complicidad con su apuesta.
Cuando Chicuelo u otro diestro toreaba con la zurda, y ligaba los pases naturales en redondo, el público de entonces contaba el número de estos que el diestro conseguía dar:
“¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Cuatrooo! ¡Ciiiiiincoooooo!….”
La verdad es que puestos a contar resulta más grato contar naturales (sobre todo, si tienen la calidad de los de Joselito o Chicuelo) que contar banderillas caídas. ¿Verdad? Lo primero es disfrute de aficionado y comunión con la apuesta del torero. Lo segundo…lo segundo, no tiene ninguna “gracia” (En la foto, los buenos aficionados limeños aclamando el toreo)
.
Pasó a la historia del toreo
La faena a Corchaíto es –sin asomo de duda- una de las cumbres de la historia del toreo. Finalizamos con las palabras con las que el enfervorizado crítico del Imparcial terminaba su crónica:
Chicuelo con Corchaíto. Parecía que aquello no iba a acabar nunca. Y, de hecho, no ha acabado aún.
(Continuará…)
< "Chicuelo con Corchaíto. Parecía que aquello no iba a acabar nunca. Y, de hecho, no ha acabado aún." > Totalmente de acuerdo. ¡Qué fácil es cantar el óle así! Vaya dominio y arte de este diestro. Gracias por las bellísimas narrativas e imágenes. // Atte., Torotino.
ResponderEliminarTorotino:
ResponderEliminarGracias a usted, por seguirnos.
Un abrazo
Quizás ya lo viste, pero Paco Abad reproduce aquí un interesante artículo de Luis Bollaín sobre este asunto. Saludos.
ResponderEliminarhttp://aulataurinadegranada.blogspot.com/2012/02/el-toreo-en-redondo-otra-vez.html
Xavier:
ResponderEliminarEsto parece telepatía (o simplemente empatía). Sobre este artículo o mejor sobre las teorías de Luís Bollaín versa la siguiente entrada de la serie.
Gracias por tu atención
Un fuerte abrazo
PD:
ResponderEliminarPor cierto, Xavier, magnífico el trabajo del Aula Taurina de Granada recuperando estos viejos textos.
Otro abrazo
Qué torería y qué pureza desprende Chicuelo. Me impresiona.
ResponderEliminarGracias.
Vazqueño:
ResponderEliminarEs cierto. Estos toreros con la cabeza llena de ideas, con tanta torería pero escasos (quizás) de valor y ambición, transmiten sentimiento por todas partes.
Un abrazo
A eso se le llama arte en el toreo.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog.
Muy buena la apreciación de la labor crítica del tan denostado Uno al sesgo.Se adelantó en sus juicios a muchos que vinieron detrás.
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