Retrato de José Ponce publicado en la Lidia (1915) por Pedro Tejera.
Aunque parezca mentira, estamos (estoy) en Lima (Perú) siguiendo las huellas que aquí dejaron entre otros- Joselito, Belmonte y… Ponce.
Aunque cuando hablo de Ponce no me estoy refiriendo a nuestro coetáneo Enrique (Quien, por cierto, ha estado sensacional esta tarde en la corrida de la Feria del Señor de los Milagros con un toro de Roberto Puga) sino a José María, aquel “pobrecito Ponce que en Lima murió llamando a Cristina”, como dice la seguiriya dedicada a su muerte, compuesta (según Aurelio de Cádiz) por el enigmático y emblemático Tomás el Nitri.
El enigmático Tomás el Nitri del que nos queda memoria de su genialidad y sus rarezas.
Lo más interesante es que la letra y música de esta seguiriya han llegado (con todos los matices que se quieran hacer) hasta nosotros pues la cantaba, en sus actuaciones en directo, Antonio Mairena, gracias al cual se han conservado este y tantos otros cantes.
Luego, hace no muchos años, la grabaría Carmen Linares en el CD que hizo con Gerardo Núñez titulado “Un ramito de locura”.
Carmen ´Linares y Gerardo Núñez grabaron en 2002 el CD “Un ramito de locura” donde se incluye la seguiriya “En Lima murió” dedicada al torero.
Como quiera que esta letra por seguiriyas se ha venido cantando hasta nuestros días, la memoria del torero (al menos su nombre) se ha conservado en el mundo del flamenco con más fuerza que en el taurino pues José Ponce es hoy día un prácticamente desconocido para los aficionados a los toros.
Y eso que su dramática historia no deja de ser emotiva y muy propia además de la época romántica que le toco vivir. Repasémosla.
¿Quién era José María Ponce?
El retrato de José Ponce que inserta Sánchez de Neira en su monumental obra El Toreo y que probablemente se hiciera a partir de la foto del torero que abre esta entrada
¿Quién era ese José Ponce, amigo de Tomás el Nitri, que murió en Lima llamando a su amada Cristina?
Su historia nos la cuenta José Sánchez de Neira en su monumental obra El Toreo. Neira nos dice que José María Ponce y Albiñana, tal era su nombre completo, nació en Cádiz en 1831, en el barrio de los Usías (un barrio de gente acomodada) y tenía por profesión la de calafate (carpintero de ribera).
Parece también (aunque esto no nos lo dice Sánchez de Neira sino Aurelio Ramírez Bernal) que no tenía nada que ver con el ambiente taurino, pero que conoció a una guapa gitana de la que se enamoró.
Ella se llamaba Cristina Ortega y pertenecía a una familia famosa de toreros gaditanos de los que ya conocemos algunos datos por otra entrada de este blog y entre cuyos descendientes figuran -nada más y nada menos- que Joselito y Rafael el Gallo.
Más concretamente, Cristina era hermana de Francisco de Asís (Cuco), de Manuel (El Lillo), de Gabriel (Barrambín) y de Enrique Ortega (padre de Gabriela Ortega, la madre de los Gallo). Todos toreros y el último también flamenco.
Detalle del árbol genealógico de la familia Gómez-Ortega (del libro de Paco Aguado “Joselito el rey de los toreros) donde aparece el torero José Ponce casado con una hermana de los Ortega Díaz cuyo nombre (que no figura en el cuadro) era el de Cristina. La otra hermana, Carmen, también se casó con un torero, el Poncho.
Enrique Ortega (Enrique el Gordo) uno de los hermanos de Cristina y por tanto hermano del Cuco, Lillo y Barrambín. Aunque banderillero como ellos su valía como torero fue menor. No así su proyección como flamenco. Gran amigo de Silverio Franconetti, quien le cantó a su muerte que acaeció siendo aún joven una emotiva seguiriya.
Gabriela Ortega (La madre de los Gallo) era hija de Enrique el Gordo y, por tanto, sobrina de Cristina, la mujer de José Ponce.
Lo de ser torero en esa familia era una especie de obligación, tanto que cuando Ponce empezó a salir con Cristina está le exigió para mantener relaciones que abandonara sierra, garlopa y martillo y que lo sustituyese por capa y muleta, lo que nuestro protagonista hizo.
Y no fue mal torero. Al contrario, sin llegar a primera figura, el advenedizo Ponce -según Aurelio Ramírez Bernal- practicaba un toreo parado aunque seco y pausado, grave y valiente. Gustaba de recibir a los toros, suerte que practicaba con preferencia al volapié.
Curiosa foto de estudio de José Ponce simulando un momento de la lidia. El torero se presenta sin montera y con la muleta plegada (Cossío T. III. Fotografía de la Colección de Ortíz Cañavate) en pose que concuerda con la imagen de torero seco y parado que los críticos nos han transmitido de él.
La alternativa se la dio nuestro también conocido Manuel Domínguez (protagonista de otra entrada de esta serie) en la plaza de Sevilla el 2 de octubre de 1859. Ponce pese a algunas críticas adversas tenía muy buen cartel en Andalucía.
Detalle de un cartel de una corrida celebrada en Sevilla en 1866 donde Ponce alternó con Manuel Domínguez. Este último -por lo que dice el cartel- fue la única vez que toreó ese año en la Maestranza sevillana. Los toros de Concha y Sierra -expuestos en Tablada- habían llamado la atención de los aficionados
Manuel Domínguez (Desperdicios)
Al respecto de su buena aceptación por el público y mala por la crítica (algo que viene siendo recurrente en todas las épocas), es muy curiosa la reseña (que recoge José María de Cossío) de una corrida en Córdoba donde el torero tuvo un gran éxito lo que el revistero de turno (exigente y dogmático como todos los de la cáscara amarga) achacaba a la asistencia a la plaza de numerosos jornaleros, muchachos y (atención que la frase, que se pretende irónica, era y es de juzgado de guardia) “otros seres animados que el vulgo llama mujeres”.
Curioso personaje tuvo que ser este detestable crítico, elitista y misógino para más inri, del Boletín de Loterías y Toros.
Uno de esos “seres animados que el vulgo llama mujeres” (que diría el impresentable crítico del Boletín de loterías y Toros) en la plaza de toros de Cádiz, la ciudad natal de José Ponce.
El toro Caramelo de Saltillo
Una de las tardes más complicadas de la carrera de este torero, tuvo lugar en la plaza de toros de Cádiz en junio de 1867. El relato de esa corrida (cuya reseña también se puede leer en el Boletín de Loterías y Toros) lo hacía P.P.T. (pseudónimo de Aurelio Ramírez Bernal, crítico taurino malagueño)
Aurelio Ramírez Bernal que firmaba sus artículos con el seudónimo de P.P.T. y que nos relata la historia de Ponce y el toro Caramelo en uno de los artículos de la serie “Memorias del tiempo viejo” que publicó en la revista Sol y Sombra
El segundo de la tarde se llamaba Caramelo, era colorado, ojo de perdiz, bien puesto de cabeza, de unas nueve yerbas (traducción: ocho años) y con mucho sentido.
El toro Caramelo de Saltillo, era colorado, ojo de perdiz y bien puesto de pitones como se observa en la imagen (que es detalle de una fotografía que se inserta más adelante).
El toro tomó 27 varas de Pinto, Calderón, Gallardo y un reserva, rompió cuatro garrochas, dio siete caídas tremendas a los picadores (dejando a dos de ellos, Gallardo y el reserva, fuera de juego) y mató nueve caballos.
Cada vez que salía de una vara perseguía al peón que estaba al quite, al que obligaba a tomar el olivo, donde el toro llegaba siempre antes pues cortaba el viaje escandalosamente.
La plaza de Cádiz. Han pasado muchos años desde la época de Ponce hasta el momento de la instantánea, pero la escena que se ve en la fotografía (bastante antigua en todo caso) debe ser muy parecida a lo que se vivió ese día de junio de 1867 durante la lidia del toro Caramelo de Saltillo. Las asistencias arreglan el ruedo en las cercanías de un caballo muerto. El toro, que mansea y se defiende, acaba de arrebatar su capote (que yace en el suelo) al peón que está en primer término. Uno de los toreros cita al toro con bastantes precauciones.
Al acabar, como se pudo, el tercio de banderillas el toro se entableró. El público viendo lo que había pidió que saliesen los mansos pero el Presidente dijo que nones. Por lo que Ponce (de azul y plata) salió muy resuelto con toda la plaza en expectante silencio. El toro se defendía con la cabeza en las nubes. Ponce pinchaba en hueso repetidamente y no conseguía matarlo.
El torero en un momento dado, consiguió –embraguetándose mucho- darle una gran estocada en lo alto. El toro, al sentirse herido tiró un derrote y le enganchó por el brazo derecho, dándole un puntazo en la cabeza, un varetazo en el pecho y tirándole al suelo, cayendo el toro mortalmente herido al mismo tiempo.
Cuando el torero se levantó, la ovación fue unánime y atronadora. Máxime cuando, pese a la oposición de los médicos y del Tato con el que alternaba, salió a matar a su segundo toro Copa-alta.
Tales fueron los pesares y penurias del torero con el toro Caramelo y tal el alivió cuando consiguió matarlo, que Ponce quiso fotografiarse en este trance frente a la cabeza disecada del cornúpeta que tan mal rato le había hecho pasar en la plaza de toros de Cádiz.
Durante la lidia del toro sucedió un hecho curioso y es que al Cuco se le ocurrió quitarle la vara a un monosabio y, desde el callejón, descargar con ella un golpetazo sobre el lomo del toro escondiéndose tras la barrera a continuación.
Según contaba este torero personalmente a Aurelio Ramírez Bernal, el toro al recibir el fuerte palo se volvió y poniendo las manos en el estribo asomó por el filo de la barrera el hocico para ver quien le había pegado el golpe. ¿Era o no sabio? Preguntaba el famoso banderillero.
El banderillero el Cuco según un grabado de la época que presenta un gran parecido con las fotografías que de este torero se conservan.
En Lima murió
La plaza del Acho en 1890 (fotografía del blog de Pepe Villanueva)
Ponce, después de un periplo por Veracruz, la Habana y Matanzas llegó a Perú donde fue muy bien recibido, esta vez tanto por el público como por la prensa.
Y en esa ciudad, el día 2 de junio de 1872, el diestro que estaba enfermo en la cama, se levantó para participar gratuitamente en una corrida de 14 toros con el Salamanquino, Gerardo Caballero y Pedro Cortijo (de Valladolid) celebrada a beneficio de la Compañía Nacional de Bomberos.
El segundo toro de la tarde de la ganadería regional de Bujama, dio muestras desde el primer momento de estar toreado, lo que causó la natural prevención entre las cuadrillas.
Casi medio siglo después, en diciembre de 1920, Isidoro Martí Flores pasaba por alto en Lima (toreando con Joselito y Curro Martín Vázquez) a un toro de ganadería de la zona (como el toro que mató a Ponce). En este caso se trata de un astado de la Rinconada.
Nuestro torero no obstante, le dio varios pases naturales pero al pasarlo con la derecha, el toro alargando la gaita lo alcanzó por la espalda, lo levantó un palmo del suelo y le propinó un leve puntazo en la parte superior del glúteo derecho. El Salamanquino a la media vuelta remató al toro, mientras Ponce se retiraba a la enfermería.
La herida que parecía poco importante se le fue complicando por días. Al final se le declaró la gangrena y el 14 de julio de ese año fallecía.
El 12 de julio de 1815, Pedro Tejera publicaba en la Lidia un artículo sobre la plaza de toros de Cádiz en el que incluía la foto del toro que mató a Ponce. Muerte que –sorprendentemente- se decía que fue en Granada.
El 26 del mismo mes, el autor del anterior artículo publicaba esta rectificación y confirmaba el dato de la muerte de Ponce en Lima (quien había muerto en Granado era José Romero, hermano del mítico Pedro Romero). Sin embargo, no aclaraba si la cabeza del toro Hechicero que había publicado correspondía o no al que mató a Ponce en Lima (Un dato en contra de esa atribución es que en toda la bibliografía que hemos consultado se cita la ganadería a la que pertenecía el astado –Bujama- pero no el nombre del mismo)
La tierra le sea leve
Lo curioso es que, el día que murió, se había anunciado en los carteles su participación en la corrida de esa tarde:
“La empresa tiene la satisfacción de anunciar al respetable público que el matador José Ponce se encuentra ya fuera de peligro”
Ironías del destino, se decía que estaba fuera de peligro el mismo día que fallecía en Lima a muchos kilómetros de distancia de su querida Cristina, aquella gitana por la que se había hecho torero.
La noticia de la muerte de Ponce llegó muy pronto a España, siendo difundida a través de la prensa de la época y causando el consiguiente impacto.
¡La tierra le sea leve! El Boletín de Loterías y Toros daba así (el 9 de septiembre de 1872) la noticia de la muerte de Ponce en Lima. Había muerto –según el periódico- un hombre digno.
Su amigo Tomás el Nitri le hizo la sentida seguiriya que comentábamos al inicio de esta entrada y cuya letra dice en una de sus versiones (hay varias):
“Pobrecito de Ponce
que en Lima murió
como murió llamando a Cristina
murió y no la vio”
Empezaba la leyenda que ha llegado hasta nuestros días.
La Plaza de Armas de Lima donde se celebraban las corridas de toros antes de la construcción de la plaza de toros del Acho.