Varelito en uno de sus últimos retratos
La dificultad de la suerte suprema
No creo que haya dudas sobre la dificultad que tiene la suerte de matar. Hasta el punto de que grandes toreros han flaqueado en este lance de la lidia. Lo que se ha intentando explicar (como nos recordaba Oselito en un comentario a la anterior entrada de este blog) en la circunstancia de que la estocada es el único momento en que el torero pierde de vista los pitones del toro, ya que la ejecución de esta suerte exige clavar la vista en el morrillo, lo que a muchos diestros, evidentemente, desconcierta. Y les ha llevado a buscar determinados “tranquillos” o “alivios” más o menos admisibles, más o menos chapuceros.
Una estocada ejecutada con mucha pureza. La mirada en el morillo y la mano muy baja. Antoñete en su plaza de las Ventas (Fotografía facilitada por Oselito)
Una de las soluciones aportadas ha sido ejecutar la suerte con celeridad. Evidentemente, pasar rápido los pitones no garantiza que se evite la cogida, pero es algo muy parecido a la diferencia entre pasarse despacio el toro por la barriga (lo que antes se decía “pasárselo por la faja”) o pasarlo por el costado y con rapidez. No es lo mismo. El aficionado cabal agradece y elogia la lentitud en la ejecución de las suertes, de todas las suertes, incluida la estocada (como también señalaba con acierto Gastón Ramírez, otro lector del blog)
Sin embargo, este recurso creo que es menos criticable ya que, a fin de cuentas y como han recordado muchos autores, la palabra “volapié”, viene de “vuela pies”, de volar los pies. Y es que las viejas tauromaquias aconsejaban ejecutar esta suerte con la máxima celeridad.
No obstante, lo anterior no quita para que haya habido toreros que se hayan recreado en la ejecución del volapié ejecutándolo muy despacio como a “cámara lenta”, recreándose en su ejecución y convirtiéndose en verdaderos estilistas de la estocada, lo que exige valor rayano en la temeridad.
Entre todos ellos, creo que destaca un sevillano, trianero por más señas contemporáneo de Joselito, Belmonte y Granero, que se llamó Manuel Varé y que en los carteles figuraba con el simpático nombre de “Varelito”, y al que sus contemporáneos bautizaron como “El Trágico” por su cogida y muerte. Esta es su historia y estas son sus estocadas.
Manuel Varé “Varelito”
Si hay un torero que haya matado los toros despacio y con buen estilo, ese es Manuel Varé “Varelito”, tanto que los aficionados estaban deseando que pinchara en hueso para verle repetir la suerte varias veces.
Su biografía nos la resume Curro Meloja en la Ficha 38 de su recopilación.
Como se ve nació en Triana en 1894 (1893 según Cossío), un año antes que Joselito, aunque su carrera de novillero fue mucho más lenta que la de este, ya que no triunfó en Madrid hasta 1918. Ese mismo año, en septiembre, Joselito le dio la alternativa.
Aunque su fuerte fue el estoque su toreo era alegre y valeroso y de no mal estilo.
Dice Cossío que Varelito fue ante todo, un estoqueador sobresaliente; pero más que un matador seguro y eficaz, era un estilista de la suerte:
“Pinchaba con más frecuencia de la que convenía a diestro que en esa suerte cimentaba su fama; pero sus pinchazos justamente se ovacionaban como si fueran estocadas. Y las veces que acertaba a darlas, el efecto era admirable”.
Añade Cossío que:
“Se perfilaba desde buen terreno y al arrancar encogía un poco la pierna izquierda, que al avanzar sobre el toro daba la sensación de deslizar sobre el piso del ruedo.
La mano izquierda la llevaba muy baja y el cruce se verificaba casi siempre con precisión, logrando un efecto plástico en la reunión insuperable.
Varelito matando con su depurado estilo
Varelito viendo al toro morir con una estocada de perfecta colocación
La cogida de Sevilla. La actitud del público
Como bien dice Curro Meloja, era tal el interés de sus estocadas que cuando no le cogía bien, el público defraudado lo pagaba duramente con el torero. Por lo que eran frecuentes las broncas. Como frecuentes, por su pundonor en la suerte, fueron sus cogidas.
El día de abril de 1922, el público sevillano apostrofó violentamente al torero trianero quien perdió los papeles al entrar a matar. Al salir de la estocada, el toro “Bombito” de Guadalest, le alcanzó y corneó en el recto.
Mientras iba camino de la enfermería se dirigió a los espectadores gritando:
¡Ya me la ha pegado! ¡Ya os habéis salido ustedes con la suya!
Moriría 21 días después de la cogida, tras penosa convalecencia.
Varelito convaleciente de una cogida. Esta impresionante foto pertenece al libro “Death in the afternoon” de Ernest Hemingway.
Su muerte. Su amistad con Granero. Una triste anécdota
Varelito fue muy amigo de su tocayo Manuel Granero. Por ello, cuando se encontraba convaleciente de la cogida que le llevó a la muerte, uno de los primeros que se acercó a visitarlo fue el diestro valenciano, que había alternado con él el día de su cogida.
Preciosa imagen de Granero y Varelito, los dos Manueles, en un desplante al alimón en Valencia el año 22.
Lo cuenta, con emotivo estilo, José Ramón Márquez en el blog Salmonetes ya no nos quedan:
Entre los que se acercan a la casa a interesarse por el estado de salud del maltrecho diestro se encuentra su compañero de la desdichada tarde, Manuel Granero. Para animarle, le dice:
-Anda, hombre, que tienes que ponerte bien, que tenemos que volver a torear juntos.
El trianero le responde:
-Qué más quisiera yo, Manuel. Yo estoy muy mal y me voy a morir...
Granero, que era un torero bastante jovial, se ríe y le responde:
-¿Tú te vas a morir? Pues mira, que a lo mejor me muero yo antes.
Premonitorio Granero, ya que como recuerda José Ramón:
El día 7 de mayo, en la Plaza Vieja de Madrid, el toro Pocapena de Veragua le propina a Granero una tremenda cornada en las tablas del tendido 2 que le entra por el ojo destrozándole el cerebro y ocasionando la muerte inmediata del valeroso torero valenciano.
Varelito fallece de septicemia en Sevilla el día 13 de mayo a las seis de la mañana, seis días después de Granero.
En la foto, Varelito con Granero y Chicuelo. También aparece el banderillero “Morenito de Valencia”
Por cierto y como recuerda José Ramón, se da además la triste circunstancia de que el bautizo de la hija de Varelito, de siete meses de edad, se había organizado para después de la corrida en que resultó cogido.
Varelito con su esposa, hija y familiares en un día de descanso
Para actuar como padrino de la niña había viajado a Sevilla el pintor taurino Ruano Llopis, que era íntimo amigo del torero.
Magnifico Blog descubierto gracias a que entre en la pagina de A.P.T. de Málaga, realmente estupendo.
ResponderEliminarJuanito:
ResponderEliminarMuchas gracias y un abrazo
Hay que felicitarte por la manera en que acompañas con fotos espléndidas tus textos tan bien escritos en el mejor idioma del universo. Creo -y como decían en TINTÍN, es mi opinión y la comparto- que muchos monstruos de la suerte de matar han pensado que hay que darle ventajas al toro a la hora de la verdad. El maestro Pepe Tommy (como cariñosamente bautizó El Pana a José Tomás) mata como aparentemente lo hacía Varelito: a toma y daca. La lentitud, la pereza andaluza para torear y matar, es indispensable en todo lo que se refiere al arte de Cúchares. Y un día habría que recordar a los toreros violinistas: Manuel Granero y Alberto Balderas, ambos "víctimas" del toro.
ResponderEliminarGastón:
ResponderEliminarDesde luego. Balderas y Granero, se merecen más que un recuerdo.
Por cierto, muy oportuna la cita de Hernandez y Fernandez (o Dupont y Dupond)
Un abrazo