Guerrita en traje de luces en su casa de la Plaza de las Doblas (Foto: Montilla)
Consideraciones previas
Las circunstancias vividas en la última Corrida de Beneficencia en Madrid, han traído el recuerdo de tardes parecidas en esa misma plaza con broncas, aparentemente injustificadas, a algunos de los más grandes toreros de la historia. Recordábamos los casos de Guerrita y Joselito el Gallo, pero hay más.
Octubre de 1913. El público protesta en el ruedo el día de la alternativa de Juan Belmonte
Como dijimos en la primera entrada de esta mini-serie, vamos a rememorar lo que pasó con esos toreros y a indagar las causas de lo sucedido. Y, además, vamos a hacerlo desde los dos puntos de vista contrapuestos: el de los propios toreros y el del público beligerante. Expresado, en ambos casos, bien directamente, bien a través de escritos de los aficionados más significados en una u otra postura.
Es de destacar lo excesivo de la reacción del público y la importancia y categoría de los destinatarios. Aspectos ambos que nos hacen sospechar razones distintas a la mera protesta por una mala faena.
Cuales son las cuestiones de fondo que subyacen tras estas protestas es lo que intentaremos explicar.
Guerrita citando para banderillear a un toro (que no es ningún “pavo”) en la 1ª del abono del año 1899. Guerra era un fenomenal banderillero. De él se dijo que encontraba toro en todos los terrenos.
Un irreverente Guerrita incluye a San Isidro en el abono de Madrid
La frase “En Madrid que toree San Isidro” tiene el copyright de Guerrita. Parece que la pronunció un año en Salamanca en un banquete (aunque los comensales aseguraban que no dijo lo que dicen que dijo) dando lugar a la indignación del público y de la afición madrileña.
Cuando volvió a Madrid, a la puerta de la plaza se vendían “Pitos para silbar al Guerra”. Pitos que durante la corrida acabaron en el ruedo, porque molestaban para aplaudirle.
San Isidro, sus bueyes y el Ángel
Las causas de la persecución al Guerra
La inquina venía de antes. Parece que el público no le perdonaba que se hiciera rico, que fuera el mejor y que llevase una vida ordenada y ejemplar.
Cosas de la época, según relata Mariano de la Riestra un viejo aficionado contemporáneo suyo que llegó a ver toros hasta los años 50 del siglo pasado y lo contó en un magnífico librito.
El interesante libro “La Fiesta de los toros-Memorias de un viejo aficionado” (1955) de Mariano de la Riestra Sanz
Enrique García, en la revista el Arte del Toreo del día 11 de septiembre de 1899, confirma este dato, aunque precisa que la animadversión a Guerrita se inició antes cuando abandonó la cuadrilla de Lagartijo, lo que los partidarios de éste (los denominados anabaptistas) no le perdonaron.
El torero, aclamado hasta ese año de 1890 en que rompe con Lagartijo, será a partir de entonces juzgado con lupa y recriminado a la más mínima ocasión.
Lagartijo y su cuadrilla hacia 1887: Juan Molina, Manuel Martínez, Rafael Bejarano y Rafael Rodríguez. El retrato fantasma es el de Guerrita, arrancado probablemente por un anabaptista despechado
Se le achacan también sus preferencias por los toros de ganaderías andaluzas (a excepción de Miura y Pablo Romero) achicados en tamaño y cuernos y su toreo frío y exento de la emoción que provocaban Frascuelo y Lagartijo.
Guerrita como torero.
Sin embargo, la verdad es que era un grandísimo torero, tanto en los toros buenos como en los malos, pero al que achacaban manejos con los ganaderos. Por ello, Mazzantini solicitó el sorteo, lo que al final consiguió, pretextando que los mejores toros se reservaban a Rafael.
El apartado de Antonio Casero. Mazzantini sospechaba que los mejores toros se reservaban para Guerrita, lo que parece bastante probable ya que los ganaderos posiblemente preferían que los toros buenos tocaran al Guerra quien sabría aprovecharlos mejor que los otros toreros.
Lo cierto es que cambió el toro de su época, respecto a la de Lagartijo y Frascuelo, por un toro más armónico, con cabezas menos disformes que el de antes. Un toro al que se le empezó a dejar romanear en el caballo, permitiendo todo ello una faena de muleta, más artística y larga, antes impensable. Quizás fuese esto, lo que no le perdonaron.
Todavía Guerrita se las tuvo que ver con algún toro de los antiguos (En la foto, Rafael entra a matar al toro Cocinero de Félix Gómez que pasa por ser el más grande lidiado en la plaza vieja de Madrid).
La versión del propio torero sobre las causas de su retirada.
Lo mejor, como siempre, es que sea el propio torero quien relate lo que pasó. Lo hace en la entrevista que le hizo el Caballero Audaz en su libro de entrevistas, titulado “De Joselito a Manolete”:
“Es que conmigo pasaba una cosa rara. Como la gente creía que yo era el amo del toreo, resultaba que de todo lo que pasaba en las plazas me hacían responsable a mí.
Hasta cuando los toros eran mansos o defectuosos, Guerrita tenía la culpa y la tomaban conmigo…
La cosa llegó a su colmo en la corrida del 16 de abril de 1899, en Madrid, en que Reverte y yo teníamos que matar seis toros de Cámara. ¡Fue una mala sombra! Salieron muy mansos y la corrida era un continuo escándalo. El público, como si yo fuera el ganadero, se metía conmigo de una manera desaforada…
El quinto toro era un marrajo asesino que llegó a la muleta defendiéndose, buscando el bulto. Yo lo trasteé para sacarlo de las tablas. Con aquel buey era imposible dar pases de lucimiento y de adorno. Pero el público no quiso entenderlo así y me empezó a tirar naranjas y almohadillas en medio de una bronca infernal.
Me atinaron con un tremendo naranjazo en la espalda y lo injusto de la agresión me descompuso…
Tardé en matar y me dieron un aviso.
Aquel día tomé la resolución de no torear más en la Corte y empecé a acariciar la idea de retirarme de los toros cuando cumpliera mis compromisos de aquella temporada.
Porque yo pensé que el tomarla conmigo obedecía a que al público le cansa tener que aplaudir siempre al mismo artista”
En la portada del Sol y Sombra nº 102 de 6 de abril de 1899, figuran los matadores de la 1ª corrida del abono de ese año: Guerrita, Reverte y Algabeño.
Otras dos versiones de lo que pasó esa tarde
Resulta muy curioso que, cuando relata esta corrida, F. Bleu, (pseudónimo de Félix Borrell, farmacéutico de la Puerta del Sol) en su libro “Antes y Después del Guerra”, omite datos esenciales.
De entrada se muestra irónico con el ganado de Cámara (¡Ya tardaba!. dice). Luego, sigue un relato tendencioso de lo que pasó, omitiendo las condiciones del ganado (sólo al final dice que el toro era difícil). Tampoco comenta la reacción del público pues omite naranjazos y botellazos (Clave según Guerrita para decidir a retirarse). Su crítica se dirige al torero, no al público. Sin embargo, si cuenta que al primero lo mataron de un puyazo (aunque tampoco dice que antes había tomado 8 varas) y que el quinto fue duramente picado, lo que justificaría las iras del respetable.
La tranquilidad del Guerra en la cara del toro. En Sevilla (h. 1890?) posiblemente en abril y un día de lluvia con el tendido sin llenar y muchos paraguas.
Por el contrario, Eduardo Muñoz (N.N) en el Imparcial de 17 de abril, de forma mucho más objetiva comienza hablando de la buena presentación del ganado y contando como era el toro de la bronca. Dice que llegó al último tercio mal picado, con la cabeza suelta, tapándose, defendiéndose y echando el hocico por el suelo. Sigue diciendo que la faena de muleta fue de las más inteligentes y apretadas que ha hecho Guerrita en su vida de torero, pero que unos cuantos aficionados empezaron a protestar y Guerrita entró a matar precipitadamente, lo que hizo mal (¡Ayer como hoy!). Arreciando la bronca y comenzando los “indocumentados” a tirar naranjas, panecillos y algunas botellas (En esto si que hemos ganado). Guerrita aturdido entró a matar mal varias veces más. Una naranja le golpea. Descabella al toro, pero antes le dan un aviso.
Eduardo Muñoz acaba irónicamente, pidiendo que fusilen al torero por haber tenido “una” mala tarde y que lo sustituyan por “El Enagüitas”.
En resumen, que el público aprovecho un pretexto menor, en parte además provocado, para una bronca desproporcionada a lo que aconteció en el ruedo.
En la foto, ovación a Guerrita a la muerte de su primer toro en la primera corrida del abono de ese año (1899). Las cañas se volverían lanzas pocos días después.
Es una lástima que la versión más conocida de aquella tarde (y de aquella época) sea la de F. Bleu pues su libro se reeditó en edición de bolsillo no hace tantos años por Espasa-Calpe, siendo el más difundido entre los actuales aficionados. Y digo que es una lástima, porque su versión parece ser la menos ajustada a la realidad, debido al planteamiento dogmático de su autor.
Interior de la reedición de Espasa-Calpe (1983) del libro “Antes y después del Guerra” de F. Bleu (Félix Borrell Vidal)
La retirada de Guerrita
Guerrita no sería el último, ni fue el primero. Ya antes a otros toreros nada sospechosos y al contrario, muy del gusto del público madrileño como Frascuelo, les había pasado lo mismo. La diferencia es que lo de Frascuelo fue un retiro temporal y Guerrita, en cambio, cumplió su palabra, se retiró a final de temporada y no volvió nunca a torear.
Frascuelo decidió también ausentarse de Madrid por el trato injustificado del público.
Desde el punto de vista del aficionado exigente y retro, y como he comentado se le achacaban sus preferencias por determinadas ganaderías, la exclusión de otras, su tipo de toreo y la falta de emoción de sus faenas que algunos decían “no dejaban huella” después de vistas (Argumento que ya hemos oído otras veces aplicado a otros toreros)
Visto hoy, hay varias razones para explicar lo que pasó:
Primero, el desafecto de Guerrita al abandonar la cuadrilla de Lagartijo, lo que le granjeó las antipatías de los partidarios de este torero (los anabaptistas).
Segundo, irónicamente, su propio poderío y capacidad como torero, que le llevó a estar sólo y sin competencia, lo que le perjudicó ya que marcó un nivel de exigencia desproporcionado hacia él.
Manuscrito del Espartero en elogio de su máximo rival, Guerrita
Tercero y último, su actitud clara y decidida en pro de la evolución de la fiesta, fundamentalmente en el tema del ganado que empezó a cambiar en su época y de lo que se percataron los aficionados más tradicionalistas, lo que tampoco le perdonaron.
Como se ve, motivos había, pero no había motivo para el trato que al final le dispensó el público. Guerrita además estaba en el mejor momento de su carrera y sin síntomas de decadencia alguna.
Guerrita da la vuelta al ruedo en Zaragoza, el día de su despedida (15 de octubre de 1899)
(Continuará…)
Pero hombre, metiéndote con F Bleu a estas alturas por falta de objetividad, pues claro, si la gracia de “Antes y después del Guerra”, que creo que es la Biblia del integrismo por sus muchas virtudes, no está en la razón, sino en la pasión. Exactamente igual que lo que ocurre en la plaza de Madrid, que por cierto no es un ente de razón y por tanto no tiene sentimientos, sino que se pueden deducir las preferencias a través de las distintas expresiones, pero eso no indica coherencia, sino coincidencia. Como se pueden elegir diferentes expresiones se pueden deducir distintas preferencias. Tu amigo Guerrita, que te cartea, expresó las suyas, pero la plaza de Madrid era la misma que le había encumbrado.
ResponderEliminarHay un hilo conductor que he encontrado tras reflexiones, sin mucho acopio de datos, que se suelen producir broncas contra, en frase de F. Savater: ”aquellos que creen tener razón porque alguna vez la tuvieron”. La traducción al lenguaje taurino es evidente, aunque no es en este contexto en el que la usó Savater.
Las plazas de toros no tienen memoria, la tienen los individuos y unos peor que otros y en la plaza de toros de Madrid, como en la Puerta del Sol, hay mucho “indignado” y hasta donde entiendo los indignados dirigen sus protestas contra los establecidos y así son las cosas, que hay muchos que no dejan tranquilos a los que tienen alguna relevancia, salvo que se justifiquen continuamente lo que, evidentemente, es imposible.
La plaza de Madrid era la misma que entronizó al Guerra, que la que, supuestamente le echó, la misma que abroncó a Joselito el 15 de mayo de 1920 y la que le sacó a la sillita de la reina el 3 de julio de 1914 después de torear los siete toros de Martínez.
Madrid ha dado a la fiesta de los toros un público fiel, apasionado, insolente, irascible, riguroso, intransigente, serio, iconoclasta, integrista, entregado, irrepetible, que se ha ido reproduciendo a través de sucesivas generaciones y diversas situaciones sociales, siempre flanqueado por los mismos vicios e idénticas virtudes, que se muestran de manera diferente los diferentes días.
Pero creo que sin este público y estos aficionados la historia de la fiesta de los toros no se habría escrito de la misma manera, sino de otra diferente y creo que peor.
Andrés
Andrés:
ResponderEliminarSi hay algo que me fastidia, es que estemos de acuerdo porque polemizar con usted es de las cosas que más me divierte.
Respecto, a su comentario, yo no lo hubiera expresado mejor. y lo suscribo al 90%.
Coincido con usted en que sin esta plaza y sin estos aficionados la fiesta hubiera sido otra distinta, no sé si mejor o peor. Usted piensa que peor y tengo que creerle.
Sin embargo, en mi opinión creo que es factible una afición entendida y exigente, pero educada.
Y la pregunta, que subyace en el fondo de estas entradas del blog ¿Porqué tanta exigencia siempre a los mejores toreros?
Un fuerte abrazo y gracias otra vez por su comentario y su seguimiento.
A mi también me parece muy acertado el comentario de Andrés, poco que objetar.
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